miércoles, 24 de octubre de 2018

XIII - EDUCACION CINE y OPERA

El Siglo XXI y su educación necesitan nuevos procedimientos, modelos y formas de pensar para enfrentar los desafíos actuales. En el mundo actual vivimos tan inmersos en las imágenes, que no es posible explicarnos a nosotros mismos al margen de esta realidad. En consecuencia necesitamos instrumentos que nos ayuden a reflexionar de manera crítica sobre nuestra práctica como espectadores y docentes. Mientras que en la pedagogía tradicional los recursos didácticos eran: impresos, académicos, presenciales y textuales; en la pedagogía contemporánea los recursos son: impresos y en red, académicos y cotidianos, presenciales y a distancia, textuales y audiovisuales. Las imágenes no sólo influyen en conocimientos, datos, e información sino que modelan nuestras estructuras de pensamiento y lenguaje, nuestra socialización, la construcción del universo simbólico, y todo el entramado de la red de afectos, sentimientos y actitudes que conforman la personalidad. Es por ello, que las imágenes que nos llegan a través los medios audiovisuales pueden ser de gran ayuda para formar a nuestros alumnos; porque hoy en gran parte, la educación pasa por el audiovisual; y también por toda esa producción de imágenes que caracteriza a la sociedad de la información y del conocimiento. Desde la aparición del video con la posibilidad de grabar y reproducir documentales y películas en clase, el cine se convirtió en uno de los recursos didácticos más utilizados en educación, y la mejor forma de acercar la ópera al aula. La proyección y análisis de una ópera en clase es una metodología adecuada para incursionar en las artes fusionadas. Es posible enseñar a ver y a escuchar los contenidos musicales que la película nos ofrece, de analizar las puestas en escena, las escenografías, las coreografías, como también indagar en el metalenguaje del argumento. Desde las fábulas mitológicas de la Italia renacentista; a la sexualidad de los castratos; pasando por el libertino Carnaval de una Venecia excomulgada por el papado; a los fastuosos espectáculos de la Francia del Rey Sol; o la necesidad del duque de Mantua o José II de Austria de figurar e impresionar con las “óperas de mecenazgo”; o el ascetismo monacal frente al pecado de la carne en “La Favorita” de Donizetti y en “Tais” de Massenet; hasta la reiteración, en la obra de Richard Wagner, de la redención y el renunciamiento al amor; la ópera construye un camino pedagógico para abordar temas transversales. Desde la reprobación de “Cosi fan tutte” de Mozart por su trama inmoral, o la censura impuesta por los estados Pontificios después de las guerras napoleónicas, en época de Rossini; pasando por la piedad o la clemencia, en “La flauta mágica”, evitando los suicidios de Pamina y Papageno; o en “Fidelio”, que al son de la trompeta llega el Ministro justo cuando Leonora pone su vida en juego para salvar a Floresián; o en “Parsifal”, cuando el protagonista interviene y libera a Amfortas, cuando éste pide ser acuchillado por sus caballeros; hasta el tema de la discrepancia sexual de Orfeo en la ópera de Gluck, castrato en la versión original de 1762, soprano en 1769, alto tenor en 1774; y en la versión de Berlioz de 1859, mezzosoprano; en todas las óperas aparecen diversas temáticas para ser analizadas. Estos temas transversales constituyen un auténtico meollo en educación, y los profesores estamos desprovistos de metodologías adecuadas en estos temas. Nosotros siempre hemos manejado contenidos y saberes lógicos, institucionales, ilustrados. Pero efectivamente, no somos solamente lógica. Nuestros pensamientos están profundamente intrincados en nuestras pasiones, sentimientos, creencias; y de algún modo, decimos una cosa y hacemos otra, afirmamos algo y su contrario, nos guiamos por nuestros afectos y no por nuestra razón. Convencidos de que la ciencia es neutra, nos asusta abordar lo que pueda calificarse de ideológico y/o afectivo-personal; pensamos que un buen profesor deja en la puerta de clase, sus creencias, su sexo, sus opiniones, etc.; creyendo fundamentalmente en el poder del logos y de la palabra. Hay temas que atañen a parcelas muy sensibles y oscuras de la personalidad, y por ello no resulta nada fácil abordarlos sin producir efectos secundarios contraproducentes. Es complicado, por ejemplo, para un profesor de artes visuales, tratar sobre sexualidad en una clase mixta de adolescentes en la que, a igual edad, hay enormes diferencias de madurez; donde ellos tendrían que exponer aspectos muy íntimos; y sobre todo, donde los chicos y chicas, difícilmente podrían dialogar entre sí, pues sus actitudes, conflictos, y sentimientos, son enormemente dispares. Al proyectar una ópera, se permite que los sujetos se impliquen sin la sobrecarga de angustia que conlleva abordar ciertos temas “en directo”. Además, una pantalla por medio, objetiviza y proporciona un grado de distancia absolutamente necesario. Hoy, los docentes no somos responsables sólo de los estudios; debemos ser más exigentes apuntando a una formación plena, a una conformación de la identidad, a una concepción de la realidad que integre conocimiento y valoración ética de la misma.

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