miércoles, 24 de octubre de 2018

III - EL SIGLO XX

“Resulta imposible establecer de una forma precisa cuando comenzó la música del siglo XX, como fenómeno estilístico y estético”, Robert P. Morgan (10). Finalizada la guerra franco-prusiana en 1871, en Europa comienza un período lleno de esperanza. La relativa calma trajo consigo nuevos descubrimientos; y los avances técnicos y tecnológicos, marcaron el inicio del nuevo siglo. Las comunicaciones, los transportes y la industrialización continuaron creciendo; y a ellos se les sumó inventos como la luz eléctrica, el teléfono, los rayos X, el gramófono, y el cine. La humanidad parecía encaminarse a una existencia mejor. Con respecto a la ópera, ya en 1875 (un año antes de la primera presentación completa de “El anillo del nibelungo”, en Bayreuth) se ponía en escena en la Opéra-Comique de París, “Carmen” de Georges Bizet, donde una gitana salvaje que seduce a un joven y gallardo soldado, es apuñalada por él, después de haberlo dejado para seguir a un torero. Se inicia una etapa de realismo y naturalismo. “¡Cómo nos perfecciona una obra así! Por su intermedio uno se vuelve casi “obra maestra” también. Y, en rigor de verdad, cada vez que escuché Carmen me pareció que llegaba a ser más filósofo, mejor filósofo que nunca… La música de Bizet me parece perfecta. Se desenvuelve suavemente, graciosamente, con garbo. Es atrayente, no suda… Es una música perversa, refinada, fatalista y, al mismo tiempo, popular; posee el refinamiento de una raza, no de un individuo… Con ella decimos adiós al húmedo norte y a toda la niebla del ideal wagneriano”, Friedrich Wilhelm Nietzsche (11). “Por dos hechos se la ha llamado (a Carmen) obra única: porque la simbiosis entre drama y música logró cuajar de manera genial y porque el realismo refinado que consigue no tuvo continuación”… “El posterior verismo no alcanzó su altura, pero todavía tendremos fortuna con el Otello de Verdi, los dulces lamentos de Massenet y los mágicos momentos de Puccini, sus arias y dúos conmovedores, cantos de cisne de una larga tradición y de un estilo, con los que redime a todo el verismo y, en parte, al suyo propio”… “Carmen se abre y se cierra recorriendo un círculo inexorable y completo como en las viejas tragedias griegas”, Blas Cortés (12). En 1890 causó sensación la presentación del melodrama de Pietro Mascagni, “Cavallería rusticana”. Obra premiada en un concurso para óperas en un acto, donde bajo el sol de Sicilia se desarrolla una trama de infidelidad y venganza. En 1892, tuvo el mismo efecto “I Pagliacci” de Ruggiero Leoncavallo, con una obra igualmente directa, realista y brutal, con pasión, celos y un asesinato. Es que en vísperas del nuevo siglo, al espectáculo wagneriano le siguió la escuela llamada “verista”, en la cual, con gotas de influencia expresionista, hace aparecer, una ópera de ideas, con problemática moral y religiosa. La música en general, también sentirá un gran quiebre impulsado por el compositor, teórico musical y pintor austríaco, Arnold Schönberg; reconocido como uno de los primeros en adelantarse en la composición atonal, y especialmente por la creación de la técnica del dodecafonismo basada en series de doce notas, abriendo la puerta al posterior desarrollo del serialismo de la segunda mitad del siglo XX. “Comienza flotando en el aire, toma forma lentamente, alcanza un momento de dolor y no se resuelve sino vagamente en ciertos momentos… Después de Tristán e Isolda, la música habría de cambiar para siempre”, dijo en Viena, Arnold Schönberg. Aunque sus primeras obras se sitúan en el posromanticismo y estaban fuertemente influidas por la corriente wagneriana que impregnó el fin del siglo XIX, y también las obras de Johannes Brahms; esas composiciones iniciales de Schönberg, presentan las características propias de esta época: orquestación recargada y composiciones que toman elementos de otros géneros artísticos, a menudo de la literatura, y la ópera empieza a adoptar las complejidades de la vida moderna. “Moisés y Arón”, el esfuezo operístico más importante de Schönberg, quedó inconcluso; pero “Wozzeck”, de su discípulo Alban Berg, no sólo sobrevive sino que es reconocida como una obra maestra de la operística moderna. En el transcurso del siglo XX la influencia de Wagner fue menguando lentamente; más que compositores operísticos, sus verdaderos herederos fueron sinfonistas como Anton Brukner y Gustav Mahler. En la ópera alemana su sucesor fue Richard Strauss. La ópera nació como música para teatro, como notas concebidas en un libreto para representarse sobre un escenario, pero a principios de siglo, su música podrá ser grabada en estudios. La voz, probablemente el más conmovedor de todos los instrumentos, se dispersará por miles de hogares, gracias al gramófono. “La Gramophone Company se comercializaba como si fuera capaz de eclipsar los placeres más limitados de la sala de conciertos o del teatro de ópera. Con la invención de la grabación, proclamaba esta compañía, cualquier persona ”, Daniel Snowman (13). https://youtu.be/aef9DGvZ8Qo La Donna e Mobile - Enrico Caruso 1907 A princípios del nuevo siglo, la cifra anual de inmigrantes en los EE.UU. se aproximaba al millón de personas, que en apenas algo más de una década colaborarían a duplicar la población total de cien millones. “El Lower East Side de Nueva York se iba combirtiendo rápidamente em una réplica de Nápoles, con sus restaurantes de pastas y sus cuerdas con ropa tendida. Esta “Pequeña Italia” fue um trampolín social. Para muchos italoestadounidenses, el modelo era el que les ofrecía Enrico Caruso, quien habiendo salido de un suburbio napolitano, se había convertido em um cantante de ópera de fama internacional”, Daniel Snowman (14). https://youtu.be/RL7wdUPXpiM Vesti la giubba - Enrico Caruso 1902 https://youtu.be/t936rzOt3Zc?list=RD1H-O1WxDf40 Una Furtiva Lágrima - Enrico Caruso 1904 “En 1902 el número total de localidades en los cines no ambulantes de todo el mundo, era probablemente inferior al de butacas del Gaumount Palace, pero en las ferias, el nuevo espectáculo estaba en plena expansión”, Georges Sadoul (15). En poco tiempo, el público, alineado y ordenado frente a un escenario, comenzaba la dicotomía entre el cartón pintado del teatro y la verdad de las imágenes en movimiento del séptimo arte. (10) “La música del siglo XX”, “Twentieh-Century Music”, Ediciones Akal (1994). (11) “Glosas marginales”, Turín (1888). (12) “Carmen”, serie Introducción al mundo de la ópera, Ediciones Daimon, Barcelona (1983). (13) “La ópera, una historia social”. Fondo de Cultura Económica. Ediciones Siruela. México (2013). (14) Op. cit. (15) “Historia del Cine”. Pág. 79. Ed. Losange (1956).

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