miércoles, 24 de octubre de 2018

I - LA OBRA DE ARTE TOTAL

“A Wagner se le adora o se le detesta, tanto por su música como por él, como persona”, Sven Oliver Müller (1). Wagner es uno de los compositores más notables, contradictorios e influyentes en los anales de la música. Su carrera es la negación total de cualquier teoría en la que se sostenga qué sólo un artista noble puede producir obras nobles. En su vida personal, Wagner fue uno de los individuos más ambiciosos, faltos de escrúpulos, infieles, vanidosos, fanáticos e intolerantes que haya conocido la historia. Se apropió del dinero y de las mujeres de sus amigos como si se tratara del tributo debido a un hombre de genio. Fue antisemita y fanático xenófobo, que publicó caóticos panfletos muy admirados en el siglo XX por Adolf Hitler. Aún su ópera más expresiva y humana, “Los maestros cantores de Nuremberg”, no pudo concluir sin una apoteosis del “sagrado arte alemán”, supuestamente más sagrado que cualquier otro. "No me gusta Wagner. Pero de rodillas”, el compositor Leonard Bernstein, en el libro de Sven Oliver Müller (2). Esta confesión ambivalente de amor sintetiza los sentimientos suscitados por el compositor, poeta y pensador alemán; no sólo en su país de origen, sino en todo el mundo. Wagner fue un hombre censurable en casi todos los aspectos, excepto en su relación hacia el arte. Su figura resulta trascendental para el siglo XIX por su perfeccionamiento de la ópera romántica alemana, por haber creado el drama musical, y por poner, siempre a la música, al servicio de la expresión dramática. En gusto y maneras, sus primeras óperas evidencian aún vínculo directo con el estilo de gran ópera de Giacomo Meyerbeer, tal como, en competencia con la forma artística tradicional de italianos y franceses, había ido imponiéndose en Alemania. El joven Wagner se destaca como maestro de todos los recursos de la orquesta y como escenificador de inagotable fantasía. Su energía, su sombrío y dominante carácter, y su prurito de independencia, decidieron su carrera extraordinaria. Un destino cruel había acumulado en él todos los elementos de este género artístico. Fue compositor y poeta, tuvo pasta de dramaturgo genuino y una naturaleza sinfónica, fue director apasionado y tuvo el sentido de la más pura declamación; estudió el teatro en sus leyes estilísticas más pictóricas, la mímica y la escenografía y se sintió preceptor de un público ansioso de dirección. “Wagner no sólo escribió sus propios textos y partituras, sino que también puso un enorme empeño en dirigir el proceso de producción de sus obras, teniendo siempre en mente el objetivo final de erigir un teatro específicamente construido para tal propósito… lo que Wagner deseaba era que los espectadores acudieran a su Bayreuth Fespielhaus con solo propósito de concentrarse en el gran arte”, Daniel Snowman (3). El hecho de que todo esto se concretase en el talento de una sola persona, provocó explosiones y desarrolló gigantescas corrientes contrarias. Después de Mozart… “el siguiente gran reformador, fue Richard Wagner. Su propósito era racionalizar la forma operística. Imaginaba esta forma como la unión de todas las artes – que incluían la poesía, el drama, la música, y las artes escénicas -, en fin todo lo relacionado con la ópera espectacular”, Aaron Copland (4). Wagner llevó una vida de lucha, de entrega, de sacrificio y de goce. Odiaba heroicamente la mediocridad del hombre rutinario, esclavo de la costumbre. Recibió impulsos de Schopenhauer, Bismarck y Carlos Marx; y de manera radical, sensual y demoníaca se convirtió en profeta de la nueva obra de arte total. “En la forma de arte constituida por la ópera”, escribió, “el error consiste en esto: de un medio de expresión (la música) se ha hecho un fin, y del fin que debía expresarse (el drama) se ha hecho un medio”. Luego de “Lohengrin”, en todos los dramas líricos de Wagner, la orquesta es la protagonista. “Wagner llevó la orquesta sinfónica al teatro de ópera, de tal manera que el interés principal ni está a menudo en la escena, sino en el foso de la orquesta”, Aaron Copland (5). En pos de un fluir musical continuo, Wagner abandona las arias unidas entre sí por el recitativo, y aporta el leitmotiv; esa asociación musical a una idea o personaje del drama musical; liberándose así de la clásica división de la ópera en números, o sea, arias, dúos, coros, y otras piezas fijas; encadenando una escena tras otra, con el incesante flujo y reflujo de la música en una especie de continuum. “En su libro “Sobre la aplicación de la música al drama “, Wagner aclara que el creador del leitmotiv es Hanz von Wolzongen… sin darle ese nombre, Schumann lo empleó en la ópera Genoveva (1850); lo hizo antes Heinrich Marschner en la ópera Hans Heiling (1833); y con anterioridad a él, Jean-Baptiste Lully en las óperas-ballet (1632-1687)”, Marcelo Arce (6). Tomado de mitos teutónicos, Wagner creó “El anillo de los Nibelungos”, un poema épico de quince horas, para ser representado en cuatro veladas: “El oro del Rin”, “La valquiria”, “Sigfrido” y “El ocaso de los dioses”. Estas obras, de desmedida extensión y con pasajes que parecen interminables a todo aquel que no sea su ferviente admirador, contienen una arrobadora belleza, y demuestran la maestría sinfónica de Wagner. Los motivos recordatorios del leitmotiv y toda la técnica musical impulsada por Wagner se verá plasmada en el Hollywood de los años ´30, a partir de la introducción del sinfonismo en el cine sonoro. Pero…“¿logró Wagner aquella igualdad entre todas las artes que nunca se cansó de proclamar?... ¡No!... El honrado auditor que presencia una representación wagneriana saldrá forzosamente con la impresión de que aquello es más musical que dramático”, Aaron Copland (7). (1) “Richard Wagner und die Deutschen - EineGeschichte von HassundHingabe” (Richard Wagner y los alemanes - Una historia de odio y devoción), (2013). (2) Op. cit. (3) “La ópera, una historia social”, Fondo de Cultura Económica, Ediciones Siruela (2013). (4) “¿Cómo escuchar la música?”, pág. 173. Ed. Biblioteca Actual. (5) Op. cit. (6) “Momentos Musicales”, pág. 291. Editorial El Ateneo. (7) Op. cit.

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