miércoles, 24 de octubre de 2018

EPILOGO

La idea de este trabajo no ha sido la de indagar exhaustivamente sobre la vida y la obra de Richard Wagner, ni la de confrontar a la ópera con los medios audiovisuales, sino la de reflexionar una mirada abarcadora sobre la integración de los lenguajes artísticos, presentando un breve inventario del siglo pasado, como acumulación de memorias para el presente y para el futuro La figura de Wagner está utilizada como símbolo y metáfora; alegoría de un momento en que, asumiendo y aceptando los cambios propuestos por el compositor alemán, la ópera llegaba al ápice de grandeza y popularidad. Con el fin del Romanticismo se marcaba una época; todo sería un antes y un después de Richard Wagner. “Nada muestra más a las claras el poder de Wagner y de ese Sturm und Drang que él desencadenó, que esa decadencia que consagró en su obra y que no ha cesado de afirmarse después de él. ¡Qué fuerza tuvo este hombre que pudo romper una forma musical esencial con tan grande energía que, aún hoy, cincuenta años después de su muerte, vivimos todavía abrumados bajo el peso del fárrago y la batahola del drama musical! Pues el prestigio de la Gesamt Kunstwerk está aún vivo. ¿Y es esto lo que llamamos progreso? Puede ser. A menos que los compositores no encuentren la energía de librarse de esta herencia abrumadora guiándose por la consigna admirable de Verdi: “Torniamo all´antico e saya un progresso (Volvamos a lo antiguo y será un progreso”, Igor Stravinsky (35). "La commedia è finita!" Rubén Orlando Gómez (35) “Poética Musical” (Poetique Musicale), pág. 65 y 66. Harvard University Press (1942).

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